sábado, 15 de diciembre de 2007

La palabra pintada, Tom Wolfe

Tom Wolfe nos da en este libro una visión de las Vanguardias europeas desde EEUU, y cómo estas llegaron a América y cambiaron el rumbo del arte dando pie al nacimiento de la teoría del arte de mano de críticos tan artistas, o más que los propios artistas. El estilo desenfadado que utiliza para hablar del arte, y la ironía tan mordaz con la que nos describe Culturburgo, nos invita a desacralizar el arte, desprendiéndonos de esa visión metafísica y trascendente que a veces nos nubla cuando hablamos de arte.

Wolfe parte del rechazo y la incomprensión del arte por parte de su público (sobre todo desde las vanguardias), y lanza una hipótesis para explicar este fenómeno, que sería el condicionamiento que ejerce la crítica del arte sobre el mismo y sobre el espectador. La percepción que tengamos del arte dependerá de cuanta teoría hayamos sido capaz de interiorizar: “Hoy día, sin una teoría que me acompañe, no puedo ver un cuadro”. Esta es la idea principal del libro.
Tom Wolfe describe el curso que ha seguido el arte moderno, desde sus inicios revolucionarios y antiburgueses hasta su estado actual. El arte moderno pronto se puso de moda en EEUU, y a pesar de sus ideas antiburguesas, la alta sociedad (Culturburgo) y los críticos de arte (que aprovecharon la necesidad de explicar las nuevas tendencias del arte) se sumaron al tren, y así empezó a marchar el arte, hacia su propia parodia, convirtiéndose en pura literatura. Los tres grandes críticos que han marcado el curso de esta historia son Greenberg, Rosenberg y Steinberg, a quienes Tom Wolfe dedica varios capítulos, dando a entender de un modo irónico, la obra de creación que fueron sin duda sus teorías. Wolfe comenta sarcásticamente que estos serán quienes quedarán para la posteridad en la Historia del Arte, y no los pintores. También encontramos irónicas descripciones de los rituales de los jóvenes aspirantes a artistas, de sus cenáculos y sus relaciones con Culturburgo, le beau monde.
Al fin y al cabo Wolfe nos describe el mundo del arte como una parodia de si mismo, describiéndonos la evolución social que ha seguido éste desde el expresionismo abstracto hasta el arte conceptual, marcando siempre el abismo tan grande que existe entre la obra de arte y la teoría que la avala, hasta el punto de no tener nada que ver la una con la otra.

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